Debe ser difícil encontrar a cualquier menor de 30 años en España que no haya jugado alguna vez al Space Invaders. Si el videojuego no fue el primero de su género, sí ha sido el que ha quedado grabado en la mente de una generación, hasta el punto de que la expresión "matar marcianitos" bien puede haberse originado a partir de él.



El juego es sencillo. Una serie de hileras de alienígenas de diversas formas acuáticas se mueve horizontalmente por la pantalla. Poco a poco, se acercan al jugador, que controla una nave armada de un cañón láser que sólo puede moverse de un lado a otro. Si los marcianos llegan hasta abajo y tocan la nave o alguna de las bombas que arrojan le da, el jugador pierde una de las tres vidas de que dispone. Para defenderse, sólo cuenta con los rayos de su nave, capaces de destruir al enemigo uno a uno. Si los mata a todos, pasará al siguiente nivel, en que los malos se moverán más deprisa y arrojarán bombas con mayor rabia.

Hoy, el concepto del videojuego mueve a la risa, pero en Japón allá por 1978, las máquinas arcade de monedas dispuestas por todo el país obligaron al gobierno japonés a aumentar la circulación de monedas de 100 yenes, ya que los japoneses las colaban todas al jugar en los bares. Un año antes, su creador, el programador de 33 años Tomohiro Nishikado, estaba obsesionado con crear un juego mejor que su favorito, otro clásico que todavía pervive en los teléfonos móviles, el Breakout (el juego consistente en romper ladrillos con una pelota y una tablita móvil en la parte inferior de la pantalla).

El resultado fue un gran éxito que cambió la historia de los juegos digitales. Y lo hizo atrayendo este al que más tarde sería uno de los diseñadores más laureados: Shigeru Miyamoto. Miyamoto llevaba dos años trabajando como artista gráfico en una empresa de diseño de naipes que acaba de entrar en el mundo del videojuego cuando jugó por primera vez al Space Invaders. La empresa era Nintendo, hoy un gigante del entretenimiento y Miyamoto ganaría millones para ella produciendo títulos que han pasado a la historia, como la saga de Mario Bros., Zelda o el Donkey Kong.

Space Invaders fue el primer videojuego que incluyó algún tipo de entretenimiento a medida que avanzaban las fases. Pero además, incluyó algo poco corriente por entonces, la posibilidad de jugar sin límite el tiempo que duraran las tres vidas, a fin de lograr el mayor número de puntos. Hasta su aparición, la mayoría de las máquinas recreativas otorgaban tiempo de juego al introducir las monedas.

Treinta años después de su aparición, todavía es posible entretenerse con el videojuego y sus marcianitos han inspirado a varios artistas y fabricantes de camisetas. La propia Nintendo ha preparado una edición especial 30º aniversario, que pretende una puesta al día del juego si perder el sabor de antaño. Esperemos a oir lo que los puristas tengan que decir.

El secretario de Estado de Telecomunicaciones y para la Sociedad de la Información, Francisco Ros, confirmó ayer que están estudiando con gran interés el modelo francés que protege a los autores y desconecta a los usuarios que utilizan P2P. Era un secreto a voces, después de la aplicación del polémico canon digital y la presión de las sociedades de gestión de derechos de autor, el Gobierno va acabar cediendo a sus pretensiones.


Francisco Ros confirmó ayer que se están estudiando las medidas aplicadas en Francia para proteger a los autores. Ros insistió en que Internet es imparable y tienen que cambiar los modelos de negocio de los autores. Puso como ejemplo la llegada de la imprenta que terminó con los trovadores, pero que sobrevivieron aquellos que optaron por escribir sus coplas.

La ley francesa que está estudiando el ejecutivo español prohíbe el intercambio de archivos P2P (eMule, Bittorrent, etc). Actualmente los franceses son rastreados por el Hadopi, un organismo creado para este menester. Cuando detecta algún intercambio, envían un correo electrónico avisando de que ha sido cazado. Si el internauta continúa intercambiando archivos, el Hadopi manda una carta certificada al titular de la línea para volver a avisar. A la tercera, el operador desconecta la conexión.

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